Unos versos a Fernando
con el que me reencontré
después de seis lustros largos
que pasé sin saber de él.
Ha poco le organizaron
una sorpresa fetén
de ésas que el interesado
es el último en saber
el pollo que le han montado
hasta que cruza el dintel,
descubre a los invitados
y cae en la cuenta de que
el prota de ese tinglado
es precisamente él.
Al convite que relato
acudimos en tropel
los amigos del pasado
a zamparnos el pastel
y a comprobar si aún Fernando
era el Fernando de ayer.
Y tras el súbito
pasmo
que le suele acometer
al menda homenajeado
en lides de este jaez,
cundió el júbilo en el acto
por el volvernos a ver,
los efusivos abrazos
y el ponerse al día de
la ventura y el quebranto,
la adversidad y el placer,
los proyectos ya logrados
y los sueños por mecer
(todo ello aderezado
con el buen yantar del chef
y un tintorro somontano
que se dejaba beber).
Y así fue como Fernando,
por lo que yo le conté,
supo de lo que este bardo
proyectaba en Internet,
y así, sin mucho pensarlo,
se ofreció a armarme esta web
sin cobrar ni un euro a cambio
(cosa que es de agradecer).
Y así, merced a
Fernando
con el que me reencontré
después de seis lustros largos
que pasé sin saber de él,
reuní la fuerza y el ánimo
para saltar a esta red
como juglar proletario
en búsqueda de parné.
Gracias por todo, Fernando,
gracias por tu buen hacer
y el cursillo acelerado
de sueños para tejer.
|